Insensatez.
Con la húmeda hierba como obediente almohada
he enredado mis dedos en tu pelo sedoso
y acercado a mis labios tu boca apasionada mientras me voy del mundo
a través de tus ojos.
Me sumerjo y expiro rodeada por tus brazos
en esta inescrutable espiral estallante
que cierra mis sentidos al inútil llamado
con que intenta el crepúsculo tranquilizar mi sangre.
Yo niego la existencia de la tarde y el lago,
de la brisa en los árboles y el canto de los pájaros,
de los niños que juegan
con su balón prestado
sobre la amarillenta agonía del plátano.
Rechazo todo aquello que no sea tu rostro
prisionero en mis manos con temblor de palomas
y este azul laberinto
sin llaves ni cerrojos
que le entrega a mi vida tu mirada de sombra.
Con la húmeda hierba como obediente almohada
he enredado mis dedos en tu pelo sedoso
y acercado a mis labios tu boca apasionada mientras me voy del mundo
a través de tus ojos.
Me sumerjo y expiro rodeada por tus brazos
en esta inescrutable espiral estallante
que cierra mis sentidos al inútil llamado
con que intenta el crepúsculo tranquilizar mi sangre.
Yo niego la existencia de la tarde y el lago,
de la brisa en los árboles y el canto de los pájaros,
de los niños que juegan
con su balón prestado
sobre la amarillenta agonía del plátano.
Rechazo todo aquello que no sea tu rostro
prisionero en mis manos con temblor de palomas
y este azul laberinto
sin llaves ni cerrojos
que le entrega a mi vida tu mirada de sombra.
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