La estación.
Sólo una mano al viento dormida en la distancia,
una paloma triste muriendo en los andenes
entre miles de adioses iguales a los tuyos
flotando en la mirada que se aleja en los trenes.
Sólo una mano al viento,
pálida,
desvalida,
una estéril corola generando recuerdos
entre otras despedidas eternamente grises que deshacen esperas en sus mundos secretos.
Sólo una mano al viento,
ebria de soledades,
una anónima mano reteniendo el pasado
mientras las ruedas muerden el estrecho horizonte
que esconden los sumisos durmientes de quebracho.
Sólo una mano al viento,
desmayada en la tarde,
una mirada ardiendo sobre rieles vacíos
y el peso de esta extraña soledad subterránea
conduciendo la marcha de tus pasos perdidos.
Sólo una mano al viento dormida en la distancia,
una paloma triste muriendo en los andenes
entre miles de adioses iguales a los tuyos
flotando en la mirada que se aleja en los trenes.
Sólo una mano al viento,
pálida,
desvalida,
una estéril corola generando recuerdos
entre otras despedidas eternamente grises que deshacen esperas en sus mundos secretos.
Sólo una mano al viento,
ebria de soledades,
una anónima mano reteniendo el pasado
mientras las ruedas muerden el estrecho horizonte
que esconden los sumisos durmientes de quebracho.
Sólo una mano al viento,
desmayada en la tarde,
una mirada ardiendo sobre rieles vacíos
y el peso de esta extraña soledad subterránea
conduciendo la marcha de tus pasos perdidos.
0 comentarios