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Norma Segades - Manias

Rostros enfrentados.

Las palabras que fueron una vez nuestros nombres,
por calmos decibeles han llegado a mi oído
después de tantos años de habitar las regiones tenazmente desiertas
del pequeño infinito donde extiendo la mano en un saludo absurdo,
detenido por muros que elevó nuestro miedo
mientras las pieles tibias,
ignorantes de máscaras,
propagan sus temblores de ternura y silencio.
Mis labios
–que aún conservan la forma de tus labios-
murmuran insensatos formularios sociales
con ese tono intenso de decirte “te quiero”
perdido en laberintos
de caricias errantes.
Mis ojos y los tuyos que compartieron tanto…
que compartieron todo…
que fueron una sola pupila silenciosa
en los crepusculares cielos deshabitados
donde las secas hojas asumían su angustia de grandiosos otoños.
Sólo los ojos,
digo,
no han aprendido nada,
y exhiben los vestigios de su amor desdichado
con esta primitiva entrega en la mirada.
Tu rostro frente al mío después de tanto tiempo,
vagabundos de infiernos que purgan sus condenas
por inmolar la eléctrica plenitud del relámpago
en aras de rituales de existencias discretas.

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