Pájaros callejeros.
Una sonrisa que sube desde el fondo de la lágrima,
desde ese hueco profundo lleno de imágenes pálidas
es la mejor recompensa que recibo en las mañanas
de mis niños desvalidos,
sedientos de afecto y calma.
¿Cómo negar la caricia que están pidiendo sus caras?
¿Cómo dejar de estrechar sus manecitas aladas?
¡Pobres mis niños gorriones saltando de rama en rama!
La calle los hace pillos que no le temen a nada.
Pelean y se revuelcan sobre los pastos mojados
mientras se escapa la infancia por los bolsillos gastados.
Disfrutan su libertad de nidos deshabitados
revoloteando
rebeldes
sus silencios trasnochados.
Sin embargo
cuando muestran esa mirada quebrada
siento que me hundo despacio en la tibieza de su alma
y ya no quiero escapar de esta prisión sin cadenas donde me aferran,
ansiosas,
sucias manitos morenas.
Una sonrisa que sube desde el fondo de la lágrima,
desde ese hueco profundo lleno de imágenes pálidas
es la mejor recompensa que recibo en las mañanas
de mis niños desvalidos,
sedientos de afecto y calma.
¿Cómo negar la caricia que están pidiendo sus caras?
¿Cómo dejar de estrechar sus manecitas aladas?
¡Pobres mis niños gorriones saltando de rama en rama!
La calle los hace pillos que no le temen a nada.
Pelean y se revuelcan sobre los pastos mojados
mientras se escapa la infancia por los bolsillos gastados.
Disfrutan su libertad de nidos deshabitados
revoloteando
rebeldes
sus silencios trasnochados.
Sin embargo
cuando muestran esa mirada quebrada
siento que me hundo despacio en la tibieza de su alma
y ya no quiero escapar de esta prisión sin cadenas donde me aferran,
ansiosas,
sucias manitos morenas.
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