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Norma Segades - Manias

Colonia Dolores.

¡Qué adecuado su nombre!
¡Qué advocación precisa
para encerrar en ella una raza vencida
por la cultura nueva del hombre golondrina
que surcó los océanos en dura travesía.
No más manos morenas formando las vasijas
para guardar el agua en su cuna de arcilla.
No más cabezas de aves
en esta alfarería de barro sometido por ásperas caricias.
No más recolectar el fruto que se brinda.
Detrás del holocausto va naciendo la espiga.
No más el pintoresco refugio de las islas.
Detrás del sacrificio el ganado camina.
No más la flecha al viento tras gacelas perdidas.
No más el monte virgen mostrando sus espinas.
Detrás del homicidio
los capullos se inclinan mostrando la blancura que envuelve la semilla.
El ladrón ofreciendo migajas campesinas mientras espera,
ansioso,
que crezca la gramilla:
-Si no saben sembrar la tierra será mía.
Mil papeles extraños
con palabras escritas en esa lengua absurda de campanas dormidas explicando el despojo,
las muertes presentidas,
el pulso arrebatado en las venas ardidas
la humillación legal acechando fatigas.
Y como corolario de esa conducta altiva
le otorgan al poblado la advocación precisa
entre todos los nombres de su cultura antigua.
La Colonia Dolores para la estirpe herida,
el suelo prometido a las raíces indias.

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