II
El obrero descansa su cuerpo fatigado
en el colchón hundido sobre la vieja cama.
Ella apoya la frente contra su piel morena
y lo abraza
con fuerza
debajo de la manta que tejió por las tardes con una sola aguja
enredando en los dedos tibias hebras de lana.
Se advierte el promontorio donde dormita el hijo
protegido y caliente
dentro de sus entrañas.
(No es noche para andar durmiendo a la intemperie
ni en fríos edificios de piedra y argamasa donde habitan familias de altos ejecutivos)
Recorren sus facciones con las caricias largas
y en voz baja comentan el diagnóstico médico,
el alza de los precios,
sus dolores de espalda,
escuchando el sonido con que el viento deshoja
los sumisos geranios que rodean la casa.
Y luego se refugian en las pieles desnudas
a asumir su apacible ternura cotidiana
compartiéndolo todo
como es indispensable
en personas que habitan una misma esperanza.
El obrero descansa su cuerpo fatigado
en el colchón hundido sobre la vieja cama.
Ella apoya la frente contra su piel morena
y lo abraza
con fuerza
debajo de la manta que tejió por las tardes con una sola aguja
enredando en los dedos tibias hebras de lana.
Se advierte el promontorio donde dormita el hijo
protegido y caliente
dentro de sus entrañas.
(No es noche para andar durmiendo a la intemperie
ni en fríos edificios de piedra y argamasa donde habitan familias de altos ejecutivos)
Recorren sus facciones con las caricias largas
y en voz baja comentan el diagnóstico médico,
el alza de los precios,
sus dolores de espalda,
escuchando el sonido con que el viento deshoja
los sumisos geranios que rodean la casa.
Y luego se refugian en las pieles desnudas
a asumir su apacible ternura cotidiana
compartiéndolo todo
como es indispensable
en personas que habitan una misma esperanza.
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